—Martín Lutero—
La corrupción en la frontera dominico-haitiana ha sido un problema persistente durante más de 50 años, afectando no solo la soberanía nacional, sino también la dignidad humana de miles de trabajadores haitianos que cruzan la frontera en busca de una mejor calidad de vida.
Estos individuos muchas veces explotados por traficantes de personas y redes corruptas, son despojados del dinero que ganan con el sudor de su frente, dinero que es vital para alimentar a sus familias. Cuando las autoridades —que deberían cumplir e imponer la ley— cometen estos actos de extorsión y chantaje, se viola gravemente la dignidad de los seres humanos involucrados.
Los militares y funcionarios de Migración, en complicidad con otros actores, juegan un rol importante en esta cadena de corrupción, pero no actúan solos. La Dirección General de Aduanas tiene un papel secundario, el foco principal de la corrupción fronteriza se encuentra en Migración, que junto con las Fuerzas Armadas, debería establecer controles efectivos.
Adicionalmente, para lograr un verdadero control, es fundamental que los servicios de inteligencia sean dirigidos por personal íntegro y comprometido. La utilización de tecnología avanzada, como cámaras y drones, también es imprescindible para mantener una supervisión constante de los puntos fronterizos claves.
Es esencial destacar que la voluntad política es la base de todo esfuerzo por controlar este problema. Sin una decisión determinante de “agarrar el toro por los cuernos”, cualquier intento por reducir la corrupción será superficial y temporal.
La intervención presidencial debe ser firme, comprometida y respaldada por medidas concretas que incluyan la supervisión constante y la aplicación de sanciones ejemplares a aquellos que infringen la ley, especialmente cuando ocupan cargos de responsabilidad.
Otro aspecto importante es entender que la corrupción fronteriza no solo debilita la integridad del país, sino que representa una traición a la patria.
Cuando se toleran estos actos, no solo se facilita el paso de inmigrantes ilegales, sino también de armas, delincuentes o incluso terroristas, lo que pone en riesgo la seguridad nacional y la seguridad ciudadana. Los civiles y militares que participan en estas actividades no solo vulneran las leyes, sino que comprometen la soberanía y la estabilidad del país.
A nivel global, todas las fronteras enfrentan problemas de corrupción, cada una según su contexto cultural, económico y geográfico. No podemos esperar eliminar la corrupción al 100%, pero sí es posible controlarla y reducirla a su mínima expresión.
Las soluciones reales deben enfocarse en el cumplimiento riguroso de la ley, la supervisión constante de quienes tienen la capacidad de decisión y la implementación de tecnología avanzada para monitorear las actividades en la frontera.
En resumen, la corrupción en la frontera dominico-haitiana es un problema profundo que involucra las actividades criminales de una red de actores corruptos. Su solución pasa por un esfuerzo conjunto entre la Dirección General de Migración, la Dirección General de Aduanas, las Fuerzas Armadas, y los servicios de inteligencia, todo esto bajo un liderazgo político decidido y comprometido.
El país cuenta con civiles y militares honestos, con la experiencia y responsabilidad que se requiere para derrotar a esta hidra de siete cabezas. La solución radica en la elección de los mismos, solo pensando en soluciones y controles, independientemente de las relaciones fuera del interés nacional.
No se puede erradicar por completo, ni se puede enfocar el problema como algo imposible de solucionar. La corrupción fronteriza puede ser controlada si se actúa con determinación y se priorizan la seguridad y la dignidad humanas, protegiendo al mismo tiempo la soberanía del país.
FUENTE: LISTIN DIARIO